- Bajo la dirección de Timur Kapadze, la selección uzbeka rompe décadas de frustración y se convierte en el primer equipo de Asia Central en clasificar a una Copa del Mundo.
Por primera vez en la historia, Uzbekistán jugará una Copa Mundial de la FIFA™. Bajo el liderazgo de Timur Kapadze, uno de los grandes íconos del fútbol nacional devenido en seleccionador, la escuadra uzbeka logró lo que generaciones anteriores, con figuras como Server Djeparov, Odil Ahmedov, Ignatiy Nesterov y Maxim Shatskikh, no pudieron conseguir: sellar su boleto al máximo torneo internacional de selecciones.
El histórico pase se concretó tras un empate sin goles en Abu Dhabi, lejos de casa pero cargado de simbolismo. A más de 4,500 kilómetros de Taskent, el conjunto blanco logró por fin romper la barrera que lo había frenado dolorosamente en procesos anteriores, particularmente en los clasificatorios rumbo a Alemania 2006 y Brasil 2014.
Además de ser la primera participación de Uzbekistán en una Copa del Mundo, esta clasificación también marca un hito para toda Asia Central, una región que nunca había tenido representación en la justa global.
El logro es resultado de un largo proceso de reconstrucción y desarrollo futbolístico en el país. Tras tragedias como el accidente aéreo de 1979 que acabó con la vida de jugadores del club Pakhtakor, Uzbekistán invirtió en academias juveniles, estructuras de alto rendimiento y un sistema formativo que ha dado frutos en los últimos años.
La generación actual se alimenta de ese esfuerzo. El extremo Abbosbek Fayzullaev y el defensor central Abdukodir Khusanov son dos de las jóvenes promesas que lideran al equipo. Este último ha tenido un ascenso meteórico: de las divisiones juveniles del Bunyodkor a firmar con el Manchester City y recibir elogios personales de Jack Grealish, quien incluso fue parte de su boda celebrada recientemente en Inglaterra.
Kapadze, con 119 partidos como internacional y ahora con el timón en sus manos, ha canalizado ese pasado de frustraciones para forjar una nueva historia. Su equipo no sólo representa el talento emergente de Uzbekistán, sino también la resiliencia de un país que ha esperado más de un siglo para hacerse un lugar en el escenario mundial del fútbol.