- Es una conducta innata que nos prepara hacia experiencias para la etapa adulta, explica María Santos Becerril Pérez, en ocasión del Día de la Niña y del Niño que se celebra el 30 de abril
Ciudad de México, — El mayor obsequio que puede recibir la niñez no son juguetes costosos, sino momentos de juego y convivencia con las personas significativas de su vida, afirmó María Santos Becerril Pérez, académica de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Con motivo del Día de la Niña y del Niño, la especialista subrayó que no existe juguete que sustituya la importancia de reír, compartir y conectar con los cuidadores primarios, quienes generalmente son los padres o responsables directos. "Lo fundamental es regalar tiempo, revivir momentos de infancia junto a ellos y, si es posible, enseñarles a disfrutar juguetes que vuelven a ponerse de moda", señaló.
En el ámbito clínico, comentó, las sesiones de juego entre padres e hijos son momentos de plenitud para ambas partes, al permitir el fortalecimiento de vínculos afectivos y el reconocimiento mutuo.
Becerril Pérez explicó que el juego es una conducta innata en los seres humanos, particularmente en la etapa infantil, y constituye un entrenamiento esencial para las experiencias de la vida adulta. A medida que el infante crece, el juego evoluciona, ayudándolo a desarrollar habilidades físicas, cognitivas, lingüísticas y afectivas, que posteriormente se traducen en competencias sociales.
“El juego produce placer porque experimentamos nuestras destrezas, reforzamos nuestra autoestima y reconocemos nuestra capacidad de generar un impacto positivo en otros”, enfatizó la académica.
Respecto a la elección de juguetes y pasatiempos, insistió en que estos deben ser seleccionados a partir de la observación de las cualidades y gustos de cada niña o niño, sin imponer distinciones de color o género. “Cada quien puede divertirse con lo que quiera, siempre que sea saludable y favorezca su desarrollo empático y colaborativo”, indicó.
Evolución del juego en la infancia
La especialista detalló que el aspecto lúdico comienza desde los primeros meses de vida, cuando los bebés exploran el entorno a través del reconocimiento y la prueba de objetos. Conforme adquieren habilidades de desplazamiento y lenguaje, su interacción con el espacio se amplía.
A partir de los tres años, durante el ingreso al preescolar, se inicia un proceso de socialización a través de juegos de roles como “maestro”, “doctor” o “bombero”, en los cuales imitan a las figuras de autoridad que los rodean.
Posteriormente, en la etapa escolar, los niños y niñas comienzan a comprender la importancia de las reglas, de respetar turnos y de cooperar en dinámicas grupales, aspectos esenciales para su futura integración social. También exploran actividades deportivas, lo que fomenta el trabajo en equipo y la empatía hacia los demás.
La tecnología y el juego infantil
En cuanto a la relación de la infancia con la tecnología, Becerril Pérez destacó que esta debe gestionarse adecuadamente. Advirtió que no todos los contenidos son apropiados para todas las edades, por lo que es crucial que los cuidadores verifiquen la clasificación de videojuegos y aplicaciones, así como el tiempo de exposición.
“Afortunadamente, hoy en día, muchos productos digitales incluyen recomendaciones de edad y advertencias que permiten a las familias decidir de forma informada qué es adecuado y en qué medida”, concluyó.